La nueva guerra santa

Hay un tema que se está saliendo de nuestra visión del acontecer nacional; la laicidad del Estado. Hoy, como nunca, la guerra santa se lleva a cabo en cumbres, palacios y edificios cerrados. Es más que sangrienta, política y trata de reivindicar el derramamiento de sangre, siempre y cuando sea de los “infieles”. Hemos visto tantos signos de un intento de regreso a la Edad Media, como palabras fofas salen de la boca de Vicente Fox. El gorila Acuña quiso meter a la religión católica en nuestra bandera; para Fox, los actos presidenciales bien se podían llevar a cabo en Palacio Nacional o en la Basílica de Guadalupe; Abascal juraba en el nombre de Dios esconder con eufemismos el atropello masivo contra los Oaxaqueños, y un largo etcétera. Pero ahora, el galleguito colonizador, Primer Damo del espuriato (como diría diogenes) de Felipe el Pomos I, nos vuelve a sorprender. Se entrevista con la Conferencia del Episcopado Mexicano para discutir acerca de la conquista espiritual. Todavía no deciden si le permitirán a México conservar su nombre original de Estados Unidos Mexicanos, o le agregarán algún bonito nombre al final, como “del sagrado corazón de Jesús”, o “de la santísima Trinidad” o algún otro.

Lo que sí saben es que quieren utilizar al Estado como herramienta evangelizadora, para corregir ese documento satánico llamado Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, sobre todo en los artículos 3, 24, 27 y 130. Pero sobre todo, el artículo 24 en el que ¡osa declarar la %$#&$ libertad de culto! ¿Cómo se supone que mantendrán el monopolio de la conciencia, si a todo mundo se le da chance de irse con la competencia? Pues no, habrase escuchado tal aberración.

Cientos de años después de la evangelización a sangre y fuego, ahora viene la evangelización por acuerdos políticos. Primero, planteas “alianzas estratégicas”, ahora que están de moda. Luego haces un diagnóstico de cómo van las tareas de evangelización desde que desembarcaron los españoles en México hasta nuestros días. Tomas datos, pintas puntos en una gráfica y te das cuenta de que desde tiempos de Juárez para acá, viene para abajo. Entonces, obviamente la solución sería corregir lo que se hizo en punto de inflexión de la gráfica, y lo que se hizo mal, fue permitir al Estado tomar el poder completo. Ahora, lo que sigue es fácil: secuéstrate un partido político, llévalo a la toma del poder y luego cambia la Constitución. Cuando obtengan algún cargo de elección popular con un buen fuero, pídeles que construyan monumentos alusivos a los héroes católicos, y borra todo rastro del legado de Juárez. Pide que te permitan impartir tu religión en las escuelas públicas, pide un medio de comunicación y ya estás listo, porque implantarás tu ideología por todos los frentes. Ya después, seguiría llevar a Norberto Ribera a ser Jefe de Gobierno del DF, mudar el congreso a la Basílica, cámaras de tortura en las cárceles (con tecnología de punta para la tortura traída de la India y Japón), perseguir a los investigadores de la UNAM por herejes, decapitar a los líderes sociales, persecuciones a los judíos, protestantes, evangélicos, adventistas, mormones, carismáticos… ¡Ah qué bonito es lo etéreo!

Y lo mejor del caso, es que una vez instalados en el poder, cuesta un ovario y la mitad de otro quitarlos de ahí; lo hemos visto en la historia. Así que, a presionar a los diputados para que no permitan semejante barbarie.