Sam García, Revoluciones
El día de ayer en el audio / podcast número 10 de Revoluciones* les mencionaba que en cierta ocasión me detuve algunos minutos para ver mi reflejo en un espejo. Comúnmente en la escuela nos dicen “para que pierdas miedo de hablar en público ponte a hablar frente a un espejo”, las bellas damas emplean también el espejo para ir apreciando su rostro y como va quedando este luego de una buena dosis de maquillajes. Un espejo tiene más de una función y esa vez que me detuve para verme, sin maquillarme, sin ensayar para dar un discurso, sino así nada más para contemplarme, pude notar que el espejo servía también como reflejo de la realidad de la gente.
Primero aprecie mi aspecto natural: mirando mis ojos, anos, pies, una nariz, boca, labios, oídos, cabello, etc. y tras eso imagine una serie de órganos internos en mi cuerpo que permiten mi buen funcionamiento. Esto lo agradezco a Dios por que en cuestiones de salud no tengo ningún problema y puedo decir que física y biológicamente soy una persona feliz. Pero el espejo no solo mostraba mi naturaleza humana, de inmediato a la vista saltaba mi vestimenta, la ropa que visto y la habitación donde se encuentra el espejo.
Tanto el lado natural de cada uno se puede reflejar en el espejo, como también el lado material, de pronto pude imaginarme ¿Vestiré igual que como viste Carlos Slim? Y vaya, no es en un enfoque de envidia, francamente no le envidio nada a ese señor, pero... ¿estamos bajo las mismas reglas y condiciones para disfrutar nuestra existencia, sea por lo natural o lo material? Y es que déjenme les digo que la razón de ser un “ser humano” requiere dos cosas muy valiosas: primero el reconocimiento del otro de mi persona y corresponder a ello, es decir, yo reconocerle también como persona; y segundo, las normas de convivencia que habrán de regular la interacción entre esas personas.
Leer texto completo aquí
Más info: www.revoluciones.org
Comentarios: revolucionesmx@gmail.com
El día de ayer en el audio / podcast número 10 de Revoluciones* les mencionaba que en cierta ocasión me detuve algunos minutos para ver mi reflejo en un espejo. Comúnmente en la escuela nos dicen “para que pierdas miedo de hablar en público ponte a hablar frente a un espejo”, las bellas damas emplean también el espejo para ir apreciando su rostro y como va quedando este luego de una buena dosis de maquillajes. Un espejo tiene más de una función y esa vez que me detuve para verme, sin maquillarme, sin ensayar para dar un discurso, sino así nada más para contemplarme, pude notar que el espejo servía también como reflejo de la realidad de la gente.
Primero aprecie mi aspecto natural: mirando mis ojos, anos, pies, una nariz, boca, labios, oídos, cabello, etc. y tras eso imagine una serie de órganos internos en mi cuerpo que permiten mi buen funcionamiento. Esto lo agradezco a Dios por que en cuestiones de salud no tengo ningún problema y puedo decir que física y biológicamente soy una persona feliz. Pero el espejo no solo mostraba mi naturaleza humana, de inmediato a la vista saltaba mi vestimenta, la ropa que visto y la habitación donde se encuentra el espejo.
Tanto el lado natural de cada uno se puede reflejar en el espejo, como también el lado material, de pronto pude imaginarme ¿Vestiré igual que como viste Carlos Slim? Y vaya, no es en un enfoque de envidia, francamente no le envidio nada a ese señor, pero... ¿estamos bajo las mismas reglas y condiciones para disfrutar nuestra existencia, sea por lo natural o lo material? Y es que déjenme les digo que la razón de ser un “ser humano” requiere dos cosas muy valiosas: primero el reconocimiento del otro de mi persona y corresponder a ello, es decir, yo reconocerle también como persona; y segundo, las normas de convivencia que habrán de regular la interacción entre esas personas.
Leer texto completo aquí
Más info: www.revoluciones.org
Comentarios: revolucionesmx@gmail.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario