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lunes, noviembre 20, 2006

EL ASTILLERO DE JHL.

Astillero
Julio Hernández López


Opción legítima
Nueva fase de lucha
Sobrevivir al desierto
Ironías políticas


La crisis derivada del fraude electoral entra hoy en una nueva etapa. Andrés Manuel López Obrador habrá sobrevivido ­al tomar posesión hoy de un cargo que en realidad es un compromiso de lucha­ a la brutal embestida mediática y política que en su contra organizaron los principales autores, ejecutores y beneficiarios del citado fraude.

Al llegar hoy el movimiento de resistencia civil pacífica a una etapa de cierta institucionalización ­nombrar a un presidente que a ojos de sus seguidores es legítimo­, ese movimiento habrá sorteado la difícil fase poselectoral ­un desierto diseñado para que nadie saliera vivo­ y estará instalando sus nuevos cuarteles de guerra para continuar en mejores condiciones la lucha contra la usurpación.

La bitácora de la lucha lopezobradorista registra, desde luego, desgastes y contradicciones. La densa campaña propagandística contra el tabasqueño, el PRD y la coalición, ahora convertida en frente, ha tenido éxito en sectores que fincaban su adhesión en las posibilidades de un triunfo sexenal y que a la hora del fraude han sufrido en carne viva las consecuencias del odio y la discriminación sociales y raciales.

Pero también desde el propio flanco lopezobradorista se han cometido errores trascendentes, como el de seguir privilegiando la visión electoral en lugar de vincular la lucha por la defensa del voto con movimientos sociales como el oaxaqueño (mal y tarde se ha dado el reacomodo del PRD y de AMLO en ese terreno).

No ha habido, además, una producción teórica a la altura de los agravios recibidos, que explique, más allá de los clichés discursivos y de la elaboración verbal insustancial, lo que está sucediendo en el país y que dé rumbo a los seguidores de esa izquierda electoral. Conceptualmente desatendida, atada aún a la figura individual del líder, y expuesta a la feroz crítica y burla de los segmentos oficialmente triunfadores, la masa lopezobradorista ha logrado mantenerse con vida pública solamente porque es profunda e imborrable la doble convicción de que hubo fraude electoral y de que el resultado de ese delito patrio ha sido la imposición de un débil personaje que causará gravísimos problemas a la nación.

Dada la terrible descomposición del país, hubiera parecido altamente improbable que una opción de lucha como la que representa López Obrador pudiera seguir adelante e incluso ofreciera una figura de audacia extrema como es la llamada presidencia legítima. El país se le cae a pedazos a Vicente Fox, pero ni siquiera es porque el sucesor en trámite estuviese tomando los hilos del poder y en esa transición entendible se produjeran aberraciones. No. Lo que sucede es que la derecha gobernante ­el foxismo y el calderonismo­ sigue sin entender que México cambió a partir del fraude electoral y que las cantaletas de la institucionalidad y el respeto al estado de derecho ­entre otras­ forman parte de un catálogo descontinuado con el que no tiene sentido diseñar soluciones ni en el presente ni para el futuro.

En ese desarreglo de la óptica política, a los detentadores del poder de las cúpulas les parece excéntrico e incluso caricatural ­o les conviene hacer como que les parece­ que una forma de presidir la República pueda ser instalada a voluntad de ciudadanos que desconocen la formalidad jurídica y prefieren sustentarse en la fuerza de sus convicciones. Aferrados a las viejas formas de entender y hacer política, los estrategas del régimen de complicidades PRI-PAN volcaron la mayor parte de su capacidad de exterminio en el tramo poselectoral, desatando metralla verbal a través de los principales medios electrónicos, para tratar de cerrar la pinza de descalificación extrema que comenzó tachando a AMLO de peligro para México y ahora pretende convertir toda crítica o disidencia en un riesgo similar.

Pero no ha sido suficiente el reino de las percepciones. A pesar de todas las cortinas de humo y de los humos alucinógenos de la manipulación electrónica, la realidad política sigue a la vista. El Congreso de la Unión está en estos momentos bajo control de la policía militar, en un segundo golpe de Estado light que va teniendo más descaro, como si la repetición de la ignominia fuese haciendo a los espectadores más proclives a aceptar sin protesta esas violaciones legales.

En Oaxaca, los miles de soldados-policías allí acantonados usaron ayer el chorro de agua de sus tanquetas y el gas pimienta para enfrentar a mujeres que protestaban por los abusos, sobre todo de tipo sexual, que esas tropas han comenzado a cometer.

Y en Michoacán un operativo policial de rescate, del que se echan la bolita los fueros federal y estatal, causó la muerte de la mitad de los rehenes. En Veracruz, por su parte, el llamado Cacique del sur, Cirilo Vázquez Lagunes, de riqueza y negocios siempre bajo sospecha, pondrá a los tres principales partidos en el dilema de enviar o no coronas de flores, pues en el reino del oportunismo ese cacique fue aprovechado sucesivamente por el PRI, el PAN y la coalición Por el Bien de Todos.

En ese contexto de putrefacción extendida hoy será posible extender el plazo de vigencia de una esperanza social de cambios pacíficos. En su desesperación ciega, el panismo y sus aliados extranjeros ­la derecha española y las trasnacionales con sede en Estados Unidos­ cometieron cuanta tropelía fue necesaria para impedir que electoralmente llegara al poder un hombre de izquierda tenue que sin embargo les parecía un monstruo inadmisible.

Ese fraude electoral ­y su acompañante designado, la manipulación mediática­ no tiene salida pacífica, porque al negar el derecho popular a elegir opciones de gobierno, esos factores de poder están empujando a los segmentos sin expectativas a buscar caminos violentos.

Nuevamente, aunque esos mismos factores de poder no lo entiendan, López Obrador abre una posibilidad de rencauzamiento institucional, irónicamente con una medida que a los golpistas les parece poco institucional: la presidencia legítima será una opción de lucha, una posibilidad de organizar en términos políticos a una corriente social hoy replegada, dolida y maltratada.

Esa opción irónica se podría convertir en la única salida incruenta a la crisis generada por el fraude electoral.

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