Por lo general me brinco la columna de Jairo Calixto Albarrán en Milenio Diario ya que, junto con Rafaél Tonatiuh y el otro chango que salía en el palomazo informativo, siempre me han parecido una tercia de mediocres a los que les pagan por hacer chistes sebos. A Tonatiuh por escribir hasta la nausea chistes de fumar mota (huy sí, vieras que rete chistosísimo es fumar mota, pendejo), al del palomazo por lo mismo, y a Jairo Calixto por fusilarse el estilo de Julio Hernández nomás que para escribir planas del mismo enunciado.
Pero hoy si pegué la carcajada con lo que escribe de Mario Marín y Kamel Nacif. Sale:
¡Mi gober precioso!
El ejercicio de la mentira es una de las bellas artes, digna sólo para iniciados dotados de imaginación y talento, y por lo tanto no apta para improvisados emanados del naquerío insolente y metomentodo que usurpan con sus pezuñas cualquier territorio en la creencia de que en esta vida ya no hay clases. Una mentira debe ser una hermosa filigrana, tallada con el cincel de los maestros en estado de suma inspiración, para que quienes sean sus depositarios puedan adorarla convencidos de sus maravillas.
Eso es una mentira y no la negación mecánica y sin gracia que le hemos visto expectorar al autodenominado heredero reloaded de Benito Juárez, mi gober precioso Mario Marín, en estos días de agobio para su gobierno por la aparición de diversas grabaciones donde regurgita toda índole de genialidades que lo colocan al nivel de vulgar compinche de un todavía más macuarro pederasta de poquísima monta. En lo particular, el lenguaje de palafrenero de Marín y de Kamel Nacif me es absolutamente sin embargo y no me asusta como ha hecho con nuestros más acabados líderes de opinión que siente que sus castos oídos han sido violentados. De hecho, hasta te da ternurita esas conversaciones que parecen un pretendido y fallido homenaje a los diálogos de las películas del tipo La Pulquería, Si me las dan las tomo o Dos chicanos bien chiludos. No nos debemos espantar, el lenguaje arrabalero le ha dotado a la vida nacional de humor y en canto, tan así, que ahora en la real politik cualquiera podría ser aceptado en filmes como Jarri Puter, Se me sale cuando me río o Nachas vemos, vecinas no sabemos.
Lo que sí me puede es que Mario Marín, ¡mi héroe, chingao!, cuya estatura moral no está a discusión (no le tiembla la mano ni le temblará, mientras en el PRicámbrico temprano los dinosaurios sigan amando en cuaresma), en todos estos años en la polaca, no demuestre ningún talento para discernir las sutiles diferencias existentes entre mentir y regurgitar. O sea, no puede salir y decir yo no fui fue Teté. No. Hasta para alguien al que le dicen “Mi gober precioso”, está mal. Sobre todo el señor Nacif que además de ser un cerdazo está ciego, porque don Mario tendrá muchas virtudes Por lo menos tendría que haber construido una coartada más o menos verosímil como “Nunca hablo por teléfono porque siempre estoy ocupado boleándole los zapatos a Madrazo”, o “Cuando tomo coñac no soy yo” y cosas por el estilo.
Ahora bien, lo que tampoco tiene jefecita es que mi gober precioso haga favores de la magnitud de los que le prestó a Nacif, y que este le agradeciera el gesto con unas pinchurrientas botellas de coñac. Qué barato el priista y que poquitero el otro.
Eso sí desprestigia a cualquiera, papá.
¡Juar juar! Ni hablar; esta vez si estuvo vaciado lo que escribe. Aunque, vamos, no es como si se necesitara de gran esfuerzo para hacer cuchufleta por las chingaderas que hicieron estos dos cerdos.
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