Repasando los editoriales de hoy sobre el asunto de los videos de ayer, creo que quien mejor puso las cosas en su exacta dimensión--y de paso le soltó un guantón en el tragamaiz (como dijera Valente Campillo) a Chucho Ortega, fué Jaime Avilés de La Jornada en su columna Desfiladero. Aquí unos fragmentos:
El bien calculado reparto de las cintas a tres diarios afines al salinismo y la reacción instintiva de la televisión golpista -la hipócrita televisión golpista, que no ha tocado siquiera con el pétalo de un comentario los múltiples latrocinios cometidos por los hijos de Marta Sahagún en Fobaproa, ni la responsabilidad de Santiago Creel en el fraude por más de mil 300 millones de pesos al Fondo de Desastres Naturales, ni la privatización de las aduanas de México en beneficio de la pareja presidencial- confirman lo que todas las personas decentes de este país ya sabemos.
Una pandilla de saqueadores, que desde 1982 ha convertido las riquezas de la nación en patrimonio de unas cuantas familias, no está dispuesta a permitir de ninguna manera que el próximo presidente de la República sea un hombre que se ha ganado a pulso la confianza y la esperanza del pueblo de México. Si de nada les sirvió el despiadado bombardeo propagandístico de 2004 que pretendía culminar en abril de este año con el derrocamiento del Gobierno del Distrito Federal, hoy vuelven a la carga espoleados por la desesperación.
López Obrador continúa adelante en todas las encuestas y la pandilla de saqueadores no cuenta con una figura mínimamente atractiva para detenerlo en las urnas. Madrazo está pulverizando al PRI, y el candidato del PAN es tan chiquito y tiene la cola tan larga y las manos tan sucias que no califica para retador del Peje. Por eso, en un amplio sentido, los videos de ayer son bombas de humo lanzadas y redireccionadas con objetivos específicos.
Madrazo las dejó caer para golpear a Fox. Pero éste las aprovechó para disimular su incompetencia ante el paso del huracán Fujimori por Tijuana como para acallar los efectos de sus estúpidos pleitos con Néstor Kirchner y Hugo Chávez en Mar del Plata, ante los cuales se comportó como un fanático de ultraderecha, incapaz de ocultar su odio senil por los gobernantes que disienten de la Casa Blanca. Fuentes de Los Pinos aseguran que después de declarar que él y nadie mejor que él defiende "los verdaderos sueños bolivarianos" , tuvo que sentarse a descansar extenuado por el esfuerzo, para él sobrehumano, de pronunciar una palabra de cinco sílabas como "bolivarianos", cuyo significado todavía no logran explicarle.
Para el salinismo en su conjunto, las videobombas de humo de ayer son útiles, también, porque mantienen en las sombras la perversa estrategia montada con mucho talento, hay que reconocerlo, para dañar estructuralmente la candidatura de López Obrador. Dicho de otro modo, ¿a usted no le parece muy raro que todos los pasquines que exigieron a gritos el desafuero de Andrés Manuel hoy sean entusiastas seguidores de Jesús Ortega, a quien el 4 de diciembre que viene tratarán de convertir en candidato del PRD al GDF?
El razonamiento es muy sencillo. Ortega es un político mediocre y sin escrúpulos, que no vaciló en establecer una alianza con Arturo Montiel en el estado de México para obtener beneficios mutuos. La corriente Nueva Izquierda, nombre oficial de la tribu de los chuchos, en su mejor momento alcanzó en aquella entidad una votación histórica de menos de 60 mil votos. Sin embargo, durante las elecciones internas de hace tres meses, en que los perredistas mexiquenses definieron a sus dirigentes municipales, los chuchos "captaron" 170 mil votos. ¿Sabe usted quién les depositó en las urnas esos 110 mil votos adicionales? La estructura local del PRI, por instrucciones de Montiel. A cambio, los chuchos iban a votar por Montiel en el proceso interno del PRI, pacto que frustró Madrazo ahuyentando a Montiel de la competencia.
Metera las manos el PRI
Ortega es el máximo dirigente de la derecha del PRD y el salinismo ve en él una herramienta para quitarle votos a López Obrador en la capital del país. Un cálculo interno del PRI estima que si Beatriz Paredes, abanderada de ese partido, contiende contra Marcelo Ebrard, perderá por 4 a 1, pero que si va contra Ortega reduciría su ventaja en 15 puntos, una diferencia que sería muy valiosa para Madrazo o quien a fin de cuentas sea el candidato presidencial priísta.
El que gane la candidatura del PRD, inevitablemente, ganará el GDF. Si el vencedor es Ortega, aliado de los que odian a López Obrador, constituirá un obstáculo durante todo el sexenio de Andrés Manuel. Pero si éste por alguna razón no es el próximo presidente, los capitalinos viviríamos sometidos a los designios de un prevaricador incompetente.
Las videobombas de humo persiguen un fin último: que usted no salga el 4 de diciembre a votar contra Ortega, para que puedan votar por él los acarreados que desde luego movilizará el PRI.
Faltan cuatro semanas: no hay que dejar de pensar en ello. Y correr la voz.
Visto desde esta manera, considero entonces que ya no se puede uno mantener al margen con las elecciones perredistas en el DF y de plano apoyar a Marcelo Ebrard. No por que Ebrard sea la mejor opción, sino por que permitir que Chucho Ortega gane la candidatura del PRD por el GDF es un peligro que de ninguna manera pude permitir la izquierda que suceda.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario