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miércoles, marzo 26, 2008

Diario de la Mamá de Mouriño - el 21 de marzo

Diario de la Mamá de Mouriño - el 21 de marzo

Querido Diario,

Camilito mando el coleoptero a recogerme en Campeche y me trajeron a la Ciudad de Méjico y me estoy quedando en un hotel que llaman Los Pinos, que creo es parte del Camino Real.

“Mamá,” dijo Camilito, “aquí estaras a salvo de los comunistas. Esta casa de campo era de Fox. Vas a estar comoda.”

“Oye, Camilito, ¿el señor chaparrito y borracho ese ya no trabaja para ti?”

“Bueno, ejem, está encargado aquí. Mira, mami, muy temprano te levantas y te preparas. Me vas a acompañar a una ceremonia.”

Era ya mediodía. Me quede toda emocionada. El dia siguiente era el 21 de marzo, dia en que se celebra la llegada de la primavera, y además era viernes santo. ¡Ibamos a ir a misa! Seguro iba a haber una bonita ceremonia.

Me puse a pasear por los jardines. Estaba todo muy bonito y muy seguro pues hay un indígena vestido de alabardero del rey detrás de cada árbol. Para mi sorpresa y desagrado al que vi aproximarse era el señor chaparrito que se había vomitado sobre de mi. Como siempre, andaba borracho y trastabillaba.

“¡Sha llego ¡jic! la mamá de Camilo! Sheñora, que gushto verla ¡jic! no sabe cuanto quiero yo a Camilo. ¡Usted esh mi suegra!”

Y se me abalanzo y me abrazó. Casi me vomito yo por su tufo de borracho. “Oiga, señor, no le falte el respeto a mi niño. ¡El es el virrey de la Nueva España! ¡Hostia! ¡Gobierna en nombre del rey don Juan Carlos, que Dios guarde!”

“¡Posh si pero donde mash gobierna esh en mi ¡jic! corazón! Esh mas, me hice tatuar su nombre en mi nalga derecha, mire,” y para mi horror el chaparrito se bajo los pantalones y me mostró una nalga donde claramente se veia el nombre de Camilito. "En la izquierda me hice tatuar ¡jic! el nombre de Ortega."

“¡Me cago en la virgen! ¡Comportese señor! No me ande mostrando sus vergüenzas.” le dije toda ofendida.

“Ushte nomas ordeneme, ¡jic!, lo que gushte está a su disposición. ¿No quiere un tequilita? ¿Cocaina?”

“Ah, ya entiendo. Usted es el mayordomo aquí. Bien, mire usted…”

“Jelipe, llámeme Jelipe.”

“Bueno, Jelipe, ¿qué le parece si me trae una paella valenciana y un buen vino de España?”

Y para mi sorpresa pronto regreso el tal Jelipe acompañado del fulano que se viste como portero de un hotel de Nueva York.

“Aquí le traje al general Galván para que sea su mesero,” dijo el chaparrito. “A ver, Galván, ponle unos manteles y sírvele a la señora. Acabo de mandar llamar a la banda de guerra del estado mayor presidencial. Le van a tocar unos pasos dobles mientras come.”

Pues si fue una comida muy agradable aunque a duras penas pude deshacerme del chaparrito que insistía en leerme unos versos cursis que había escrito en honor a Camilito. Francamente, es de entender que dado que Camilito gobierna la Nueva España hayan tantos fulanos queriéndole hacer la barba. Afortunadamente, llevaron al chaparrito a que tomara “su medicina” y ya no supe mas de él el resto de ese día.

Al día siguiente paso Camilito muy temprano y nos subimos a una camioneta blindada. Íbamos escoltados por motociclistas y arriba se escuchaba un coleoptero.

“¿Tienes miedo de la ETA Camilito?”

“No, mami, es que hay unos indígenas alzados que atentarían contra de mi.”

“Pues dales el garrote, como hacia el generalísimo.”

“Es que son muchos mami. Pero no te preocupes, ya llegamos.”

En efecto llegamos adonde estaba una estatua gigantesca de un señor sentado con un ángel poniéndole una guirnalda de olivo. Esperando la llegada de Camilito estaba el chaparrito de lentes y el fulano ese Galván y como mil indígenas vestidos como alabarderos del rey. Han de ser tlaxcaltecas de los que apoyaron a Cortés.

“Esto está muy bonito, Camilito, de quien es esa estatua, ¿del generalísimo Franco?”

“No mami, este es el hemiciclo. Ten, ponte tus lentes.”

Ya que me puse a ver la estatua comprobé, para mi horror, que el escultor había hecho muy mal trabajo representando al generalísimo. Más bien parecía un indio mejicano.

“Eso no se puede quedar así, Camilito, debes mandar que arreglen la estatua. Es un desacato al generalísimo.”

“Veré que hacemos luego, mamá. Ahora presta atención que Calderón va a poner una ofrenda floral.”

“¿Dices que el señor chaparrito va a homenajear al caudillo? Ay Camilo, pero si ese ramillete parece arreglo de navidad. Estan ofendiendo la memoria de Franco poniendo eso.”

“No importa, mamá. Es para cubrir las apariencias.

“¿Cómo que nada mas para cubrir las apariencias? Haz de saber, Camilito, que yo de niña pertenecí a las juventudes falangistas y tu papá también. Con eso no se juega.”

“¡Hostia!”

“¿Qué te pasa Camilito?”

Camilito estaba todo pálido. “¡Me cago en la virgen! ¡Que ya se están juntando muchos renegados! ¡Galván!”

“Señorito secretario,” clarito oi que le decia el señor Galván ese que se viste de portero del Waldorf Astoria, “no le puedo asegurar su integridad física. Mírelos. Ya se juntaron un chingo.”

“¿Cómo que secretario?” le demandé al tal Galvan. “Mi hijo es virrey de la Nueva España, jolines. Y si, también es señorito.”

“¡Mamá, estamos en peligro!” me aclaró Camilito.

En efecto, hasta a mi me llegaban los alaridos e insultos de la plebe. El chaparrito de lentes estaba ya todo rojo de coraje. Muy apenas podía decir su discurso. Hasta adonde estaba me llego su aliento etílico.

“Pos decía yo que Juárez ¡jic!…”

“¡Jolines contigo Jelipe!” exclamó mi muchacho. “¡Vamonos de aquí o nos despellejan estos cabrestos!”

Y con mucha presura y alboroto los alabarderos empujaron al chaparrito, a mi muchacho, y a su servidora dentro de las camionetas acorazadas.

“¡No se olvide del arreglo navideño!” le pedí al tal Galván. Este en efecto mandó a uno de sus alabarderos a recoger el arreglo. Lo tengo guardado ahorita en mi closet. Tal vez lo ponga cuando la fiesta de la Covadonga o en las próximas navidades.

Saludos,

Pilarica Terrazo de Mouriño

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