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jueves, marzo 15, 2007

POR QUE DIGO NÓ AL REDONDEO.

Por qué digo no al redondeo PDF Imprimir E-Mail
jueves, 15 de marzo de 2007

Juan José Morales

Escrutinio

El famoso "redondeo", que se ha extendido prácticamente a todas las cadenas de tiendas de autoservicio del país, grandes, medianas o pequeñas, tiene aspectos bastante oscuros de los que mucha gente no se percata pero que vale la pena comentar. Por principio de cuentas, permite a esas empresas hacer caravana con sombrero ajeno -esto es, alardear de filantropía con el dinero de otros-, en segundo lugar es un mecanismo para reducir sus pagos de impuestos, y en tercero no se sabe bien a bien cuál es el destino final del dinero así recaudado.

El dinero que los clientes dejan en las cajas puede parecer a primera vista una minucia. Y en efecto, individualmente se trata de centavos. Pero cuando se suman esos centavos, el total alcanza cifras del orden de muchos millones de pesos. Según informes de la propia Asociación Nacional de Tiendas de Autoservicio y Departamentales (ANTAD), se estima que tan sólo en los primeros tres meses de este año se recaudarán más de 90 millones de pesos a través del actual programa de redondeo, en el cual participan 23 de las principales cadenas comerciales del país.

Ese dinero, como decíamos, lo aportan los clientes. Pero se registra como ingreso de las empresas, de manera que al entregarlo a quien se le done -ya sean instituciones de beneficencia o fundaciones de diverso tipo- se contabiliza como un donativo de las propias empresas, y por lo tanto es deducible de impuestos. Es como si nosotros, los compradores, estuviéramos pagando los impuestos de las tiendas.

Ciertamente, las tiendas dicen que a cada peso que los clientes aporten ellas agregarán otro para incrementar al doble el donativo. Pero esa donación adicional tiene también carácter deducible. Por eso decimos que la ANTAD hace filantropía con sombrero ajeno: no dona su propio dinero sino el de sus clientes y el del fisco -o sea el de todos los mexicanos-, que debería de cubrir en forma de impuestos. Y la operación, además, resulta muy ventajosa para las empresas, pues por cada peso que realmente aportan, deducen dos de sus impuestos.

Hay que recordar que esta cuestión del redondeo, aunque ya se había practicado desde hace algún tiempo, comenzó a tener auge y prácticamente se institucionalizó durante el sexenio de Vicente Fox, pues sirvió a Marta Sahagún para obtener recursos destinados a su fundación Vamos México. Fue una gran cantidad de dinero la que así reunió, y como la señora muy hábilmente no lo canalizó al DIF sino a una asociación civil de carácter privado, quedó totalmente fuera de toda fiscalización por parte de las autoridades. Lo manejó a su entero arbitrio, de igual manera que ahora los fondos del redondeo van a dar a organizaciones privadas, no a instituciones gubernamentales.

Y es aquí donde entramos a los terrenos de la tercera cuestión: ¿dónde termina ese dinero?

Aunque de manera general se dice que servirá para fomentar la educación y en especial para equipar con computadoras y sistemas de Internet a escuelas públicas, una somera indagación que realizamos puso de manifiesto que no siempre es así. Encontramos, por ejemplo, que organizaciones de la Iglesia Católica como Cáritas y los Caballeros de Colón han sido beneficiadas con dinero obtenido a través del redondeo, para emplearlo en sus obras sociales. Aquí también nosotros pagamos y los curas, obispos y Caballeros se adornan haciendo obras benéficas.

Algo que también mucha gente ignora, es que a los cajeros se les induce a presionar o convencer a los clientes para que acepten el redondeo, con la ilusión de recibir un premio si en su registradora logran más dinero que en las demás de la tienda. En tal caso, se les recompensa con una computadora o un televisor.

Por todo esto, a contrapelo de la publicidad, y aunque por efecto de ella no falten quienes me juzguen cicatero o avaro, decidí decir no al redondeo. Prefiero -y así lo expreso con voz clara y audible al cajero para que lo escuchen los demás clientes- dar ese dinero al empacador, que como sabemos trabaja sin salario ni prestación alguna por parte de la tienda sino únicamente a cambio de las propinas, aunque tiene la obligación de cumplir con un horario de trabajo y realizar una serie de labores en beneficio de la propia tienda, sin que se le remunere por ello.

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