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domingo, agosto 20, 2006

DOS DE EMEEQUIS.

Conflicto sin mediadores.

Por Humberto Musacchio.

Crece el encono y no se advierte una probable solución. Los seguidores de Andrés Manuel López Obrador están seguros de que el 2 de julio los timaron y la derecha cree que puede imponerse por encima de lo que sea. Los dos bandos afilan sus hachas y no hay quien recuerde lo que alguna vez dijo Fernando Gutiérrez Barrios: “Todos sabemos cuándo empieza la violencia, lo que no sabemos es cuándo termina”.

Las huestes del sol azteca, conformadas mayoritariamente por sectores sociales que poco o nada tienen que perder, están muy dispuestas a lo que se venga. Algunos personajes de la derecha creen que todo es cuestión de que el Trife declare presidente a Felipe para desatar la represión.Mientras eso ocurre, continúa el linchamiento mediático de López Obrador, a quien tachan de “loco”, “irresponsable” y “violento”.

Los fascistas llegan al extremo de llamar “fascista” a AMLO: los jumentos hablando de extremidades auditivas y su jefe, autonombrándose abanderado de “los pacíficos”, los mismos que pasan frente a los campamentos perredistas mentando madres y gritando a los estacionados toda clase de lindezas, cuando no, de plano, agrediendo a quienes portan una calcomanía aurinegra o muestran su simpatía por el PRD.

Gobierno, empresarios y medios harían bien en cuidar a López Obrador. Los ánimos sociales se hallan tan crispados, que si no fuera por él ya la gente de la coalición habría empezado a responder a las provocaciones. Si la gran maraña de intereses anti AMLO se empeña en pulverizarlo y el movimiento que ahora encabeza se queda sin líder, entonces sí que todos se atengan a las consecuencias.

Detrás de López Obrador hay una masa que se sabe nuevamente burlada. Son millones de seres humanos depauperados, sin empleo ni esperanzas; son las víctimas de una economía que no crece ni crea empleos; son los damnificados del Tratado de Libre Comercio y de la ofensiva desigualdad en el ingreso (incluso el centro de maquillaje aritmético conocido como INEGI acaba de informar que 60 millones de mexicanos sobreviven con menos de 13 pesos diarios).

Y mientras sube la temperatura política empezamos a percibir que los puentes han sido dinamitados, que no hay mediadores para desactivar el conflicto: el rector Juan Ramón de la Fuente, porque recibió el beso del diablo cuando lo destapó López Obrador como su eventual secretario de Gobernación; José Woldenberg, porque prefirió dilapidar su capital político apoyando la parcial, inepta y desastrosa actuación del IFE; las cúpulas empresariales, porque fueron parte de la guerra de lodo; el presidente de la República, porque es desde hace años protagonista del conflicto y el secretario de Gobernación, porque no existe como tal.Sólo nos queda la Virgen de Guadalupe, pero lamentablemente sus intermediarios le han dado su bendición a la derecha, a los que gritan “indios”, “nacos” y “muertos de hambre” a las huestes morenas del PRD. En esas condiciones, ¿Qué nos queda?

* Humberto Musacchio es periodista, colaborador de Excélsior y autor de varios diccionarios enciclopédicos sobre México.

La Presidencia extraviada.

Por Óscar Camacho Guzmán.

Hace ya casi diez años, el gobierno de Ernesto Zedillo tuvo la tentación de no reconocer como la nueva mayoría legislativa al bloque opositor integrado por los diputados electos del PRD, PAN, PT y PVEM. Durante algunas horas, México vivió bajo la tentación de un golpe de Estado técnico, por la negativa zedillista a reconocer la nueva realidad en la que el PRI dejaba de ser mayoría en la Cámara de Diputados.Y en ese entonces, un diputado, Isidro Aguilera, del PRD, se aferró a la Constitución y por encima de amenazas e intentos de chantajes, hizo entrega institucional del Poder a los diputados electos del bloque opositor, dejando en el camino los intentos golpistas de quien entonces fungía como secretario de Gobernación, Emilio Chuayffet Chemor.

La historia no es una mera anécdota.Es una muestra de que la tentación de no aceptar lo que en las urnas dictan los ciudadanos, así como los cauces institucionales reconocidos para ello, tienden a revivir los intentos autoritarios de los gobernantes.

Hoy, en la Presidencia de la República se halla todavía un político que ofreció el cambio hace seis años, que llegó a Los Pinos comprometiendo su palabra de ser un verdadero jefe de Estado y no uno más del grupo gobernante priista que durante años hizo del poder presidencial un abuso en todos sus órdenes.Y sin embargo, a seis años, Vicente Fox pareciera haberse olvidado de todo ello.Se olvidó que era presidente y fungió como jefe de campaña de Felipe Calderón.Olvidó que era presidente y echó mano de los recursos públicos para promover el proyecto de su candidato. Tal y como lo hiciera hace tres años, cuando desde los spots de la Presidencia se invitaba a los ciudadanos a “quitarle el freno al cambio”.En ese entonces, Fox gastó 6,600 millones en promocionales. Ahora ha usado, del erario, por lo menos 1,700 millones de pesos. Más de ocho mil millones de pesos en dos campañas del presidente que comprometió su palabra en ser diferente, en actuar como un verdadero jefe de Estado y no como un militante más de partido alguno.

Ahora, en medio de la crisis poselectoral, pareciera que Vicente Fox se aferra cada día a actuar invariablemente como candidato y no como el presidente de todos los mexicanos.No hay indicios de que desde la Presidencia de México se promuevan el diálogo ni la conciliación. Por el contrario, todas las mañanas el vocero Rubén Aguilar se muestra afanoso en desacreditar, antes que en ofrecer caminos de solución.La Presidencia de México no ha cambiado.Y la respuesta a un bloqueo y a las manifestaciones lopezobradoristas sólo han tenido como respuesta el bloqueo de la zona de San Lázaro y la salida a las calles de las tanquetas militares, algo que no se veía desde 1968.

Algunas preguntas: ¿y si resultara que la revisión del tribunal le diera el triunfo a López Obrador? ¿Seguiría Vicente Fox actuando como jefe de campaña y no como presidente de México?Las tentaciones golpistas tocaron a Los Pinos en 1997, cuando Zedillo intentó no reconocer al mayoritario bloque opositor. Por eso vale la pena recordarlo. Para que quien está hoy en la Presidencia recuerde que juró fungir como presidente y no como jefe de campaña.

* Óscar Camacho es subdirector de información de emeequis

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