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sábado, abril 01, 2006

CORBATA DE SEDA EN EL PESCUEZO Y FUERO.

Rene Delgado nos regala en el Reforma esta belleza:


René Delgado.

La privatización de la política.

Un político sin rumbo siempre es un peligro para el Estado y, de esos, sobran en el país. En ese rubro, sí que hay candidatos. Sin ideas, doctrina ni perspectiva, a algunos de esos políticos los devora el cinismo, a otros la locura y a algunos más el mercado donde subastan el título, registro o franquicia de su pequeño o gran dominio.

Lo peor de esto es que, como en muchas otras actividades, el quehacer de los políticos -la política- está concentrado en unos cuantos y, entonces, el país se mira secuestrado. La legislación político-electoral está hecha para preservar ese monopolio, donde la ciudadanía resulta un mal necesario pero desechable y reciclable, al que se recurre -en cada elección- para que refrende un contrasentido: el monopolio de la política no es de ella, sino de los "profesionales" de su explotación.

En esas condiciones, el poder se usa y abusa para infinidad de despropósitos que arrastran a la nación, víctima de su ejercicio, a brechas desde las cuales después es muy difícil retomar las grandes avenidas. A México, eso le está ocurriendo.... La semana pasada pintó de cuerpo entero a muchos de esos políticos que, en la soledad del despacho, silla o ventanilla, explotan su personal parcela de poder.

El panista Diego Fernández de Cevallos dejó en claro que para minar las bases de un Estado, no a fuerzas hay que ponerse un calcetín en la cabeza. También se le puede minar, colgándose una corbata de seda en el pescuezo y teniendo el fuero necesario.
De aquel candidato presidencial (1994) que entusiasma con la idea de construir un México sin mentiras, no queda sino un señor feudal con tierras muertas, que limosnea su sobrevivencia ante los señores de la industria o el capital ofreciendo sus oficios.
Todavía engola la voz al hablar de honor y dignidad política, pero cada vez suena más hueco.

En el contraste, el priista Emilio Gamboa mantiene la vertical de su conducta. Hecho en las recámaras del poder, viviendo invariablemente de prestado, sigue en lo que siempre fue suyo: poner el poder público al servicio del poder privado o personal. En su caso, no hay sorpresa.

Nadie nunca lo agredió, ofreciéndole alguna idea, algún buen libro o ni tan siquiera una receta y, entonces, siempre ha sido un político congruente con su divisa: obtener beneficios personales con cargo al Estado.A ambos políticos muy poco les importó hipotecar el ya de por sí deteriorado valor de la doctrina de sus partidos.

Si a fin de cuentas el poder acumulado por sus partidos se va a perder, algo había que hacer. La célebre frase de Felipe Calderón, aquella de ganar el poder sin perder al partido, Fernández de Cevallos la reconvirtió en una nueva divisa: perder el poder, sin ganar el partido. Y Gamboa, ay, Gamboa hizo del PRI el primer soldado de Televisa. Lo de antes, pero al revés.

Pueden hacer dúo, engolar la voz y llamar a quien se deje para cantar a coro: "¡Ce-le-bre-mos! ¡Ce-le-bre-mos México!" Asiento de primera fila de seguro tendrán en la próxima celebración de la televisora.Senadores como ellos ya no buscan puntos de rating en el electorado, sino ampliar su simpatía entre los empresarios.

Qué importa minar las bases del Estado si, a fin de cuentas, se ve lejos que ellos o su partido puedan seguir en el poder. Vamos, ni siquiera subastan la representación popular, la adjudican de manera directa.... El mensaje que esos senadores y su coro enviaron a la ciudadanía fue el siguiente: la opinión pública no cuenta, el Senado no es un órgano de representación popular sino privada y la soberanía nacional se puede regalar sin problema.

El complemento de esa decisión corrió por cuenta del jefe del Ejecutivo: respetuosísimo de la división de poderes y contrario a su costumbre, cerró la boca.

Como en ninguna otra ocasión, los senadores fueron advertidos por infinidad de voces del agravio que cometían al aprobar, en sus términos, el dictamen de reformas a las leyes de radio y televisión y de telecomunicaciones. Especialistas, académicos, diputados distraídos pero arrepentidos, funcionarios comprometidos con el servicio público les dejaron ver el error y con toda atención los oyeron, pero no los escucharon.

Los parlamentarios renunciaron a su deber: no legislaron, nomás ratificaron el error de los diputados argumentando que eso era mejor que nada. Nomás que, en este caso, nada sí es peor, que peor es nada.

Primero los diputados y luego los senadores privatizaron su representación popular para aprobar una ley diseñada a la medida de un negocio de particulares.El mensaje reiteró algo que viene sucediendo: la opinión pública no cuenta. Hay que buscarla a la hora de los votos y, luego, desecharla. Si al electorado no hay por qué rendirle cuentas, por qué rayos hay que considerarlo.

Si los candidatos presidenciales del PRI y el PAN, Roberto Madrazo y Felipe Calderón, no son competitivos, de algún modo hay que asegurar la propia sobrevivencia.Con ese mensaje, enviaron otro. Los órganos de representación popular son órganos de representación privada. El mandato popular bien puede olvidarse a la hora del negocio político.

Si más de un secretario de Estado en realidad es secretario de un grupo de empresas, véase el caso del secretario Francisco Javier Salazar, ¿por qué los legisladores no podrían hacer su propia luchita con los poderes fácticos?

Los senadores que votaron por esa ley privatizaron ya no una empresa del Estado sino un órgano del Estado.El tercer mensaje es tremendo: los legisladores del "sí" regalaron un pedazo de soberanía nacional. Así de sencillito. Esta vez no se perdió ni se vendió, se regaló.

Desde luego, en lo personal algunos de ellos obtendrán beneficios de esa operación, pero el Estado ni perdió ni vendió ni subastó en concesión parte de esa soberanía, la regaló.

Caravana con sombrero ajeno, hicieron los legisladores.... Por irresponsabilidad o perversión, un poder institucional -en este caso, el Legislativo- se privatizó.

Esos son los tiempos de México.Desarticulados los partidos, ausentes las dirigencias partidistas, sin verdadera obligación de rendir cuentas al electorado, los políticos sin rumbo rematan la representación del poder, a costa de los ciudadanos.

Muchos funcionarios, legisladores y tránsfugas políticos buscan sobrevivir sobre la base de privatizar su parcela de poder.La impunidad y complicidad política que, por lo pronto, tiene a salvo a Arturo Montiel, Mario Marín, Sergio Estrada Cajigal, Carlos Romero Deschamps, Ricardo Aldana, Víctor Flores, Rosario Robles, Santiago Creel, René Bejarano, es la parte grotesca de la privatización de la política que insiste en marginar a la ciudadanía y meter al país por una brecha de donde será difícil salir... pero saldrá el país.

El subcomandante Marcos tiene mucho más competidores de lo que suponía. La moda de la capucha para minar al Estado, ahora la supera la de colgarse una corbata.

Entre esos polos, la ciudadanía tiene que buscar otra avenida para el país y para eso hay que reconocer a los políticos que, pese a la tormenta, mantienen el rumbo. Los hay.

UNA RAZON MAS PARA VOTAR POR AMLO YLA MAYORIA PERREDEISTA AL CONGRESO.

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