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viernes, marzo 31, 2006

SE VAN A QUEDAR HABLANDO SOLOS.

Cuahutemoc Arista en Proceso:

“No nos callarán”.
cuauhtémoc arista.

México, D.F., 30 de marzo (apro).- Tienen razón Felipe Calderón y compañía: no tienen que dejar de usar los medios a su alcance para tratar de triunfar en la elección presidencial. Y si la mentira está a su alcance, como siempre lo ha estado, ¿por qué no utilizarla? De lo contrario, basarían su estrategia en lo que opinan sus adversarios, dijo el intelectual del grupo, Germán Martínez Cázares, quien advirtió: “No nos van a callar...”

Esa es la conclusión verdadera de su razonamiento: nadie los va a callar porque ellos deciden cuándo, cómo y dónde los órganos del Estado aplican una ley o una interpretación muy estirada de la ley. Ellos son los que pueden callar a los susodichos adversarios y, si no lo consiguen, al menos pueden tergiversar sus palabras y sus actos mediante lo que consideran su caja mágica: la televisión monopolizada.

Ésta ha sido la tribuna preferida del candidato eterno, Vicente Fox, quien desde el principio de su campaña rindió pleitesía a ese medio. Nadie va a callar tampoco a Televisa.

La empresa es la que calla a quien se le antoja, sea un actor de telenovelas al que se le ocurrió contratarse con otra compañía, un músico al que la creativa empresa le plagió algún tema, un publicista al que le hicieron lo mismo con un programa de concursos, un par de políticos incómodos o los representantes de una tendencia ideológica que no es afín al pensamiento corporativo. Aunque, de hecho, ninguna idea es afín a la televisión de Televisa y TV Azteca.

Por eso, la noche el 27 de marzo Joaquín López Dóriga, al fijar la postura de Televisa sobre la ley que redactó su departamento jurídico, recurrió a una síntesis de estilos autoritarios. Todo el poder de la pantalla contra los transgresores de la ley que establece: la única libertad es la de invadir los espacios públicos y privados con las idioteces producidas a tal efecto por las únicas entidades de interés económico y ancilarmente político facultadas para ello.

No de balde, quién lo dijera, Manuel Bartlett comparó a Emilio Azcárraga con el presidente italiano Silvio Berlusconi, otro compañero de viaje del casi expresidente Fox.

El primer estilo utilizado por Televisa para armar la intervención de su lector estrella fue el de Ricardo Salinas Pliego cuando llamó a la rebelión contra el Gobierno del Distrito Federal porque uno de sus empleados más caros cayó abatido por una banda rival o por un acreedor desairado.

El segundo, el del presidente populista que regala tiempo de Estado al duopolio y utiliza el que resta para golpear al Congreso en cadena nacional.

Pero hubo otro estilo reconocible en la pieza oratoria de López Dóriga: el del poder priista cuando tenía que apoyar un golpe de mano o de pie contra la sociedad. Así habla también Vicente Fox. El lector de El Noticiero ni siquiera omitió la habitual acusación contra los medios de comunicación por “tergiversar” los contenidos de las reformas y calificarlas “perversamente” como la “Ley Televisa”.

Por supuesto, el conductor no apoyó su diatriba en los contenidos de las reformas. Se limitó a decir que no era cierto, que era mentira, una falacia pues, que las televisoras hubieran pactado la aprobación de la ley a cambio de apoyo a “algún” candidato presidencial.

Sin embargo, a decir de senadores panistas como Felipe de Jesús Vicencio, su coordinador Manuel Espino los presionó para aprobar la “Ley Televisa” argumentando que así Felipe Calderón obtendría una mayor presencia en la pantalla (Excélsior, 29 de marzo).

Si la desigualdad de cobertura se refleja o no en los monitoreos del Instituto Federal Electoral, es cosa aparte. El propio IFE ha tenido que acordar con Televisa el intercambio de cifras porque no le es posible fiscalizar el gasto en propaganda electrónica y, además, quien haya participado alguna vez en un monitoreo más o menos completo sabe que el verdadero lenguaje político de las televisoras radica en el manejo de los noticiarios y las alusiones al nombre o a la imagen de candidatos y partidos en programas de espectáculos, no en el tiempo de entrevistas directas.

De ahí que el designado para dar la cara en este caso de imposición –que el politólogo José Antonio Crespo ha calificado de priista— haya sido precisamente López Dóriga. Además, los reporteros que cubren la campaña panista –como el de El Financiero— han informado que dentro de la estrategia de campaña de Felipe Calderón se contemplan más apariciones en los espacios de medios del citado vocero de la presidencia de Televisa.

En esa dinámica, nadie callará a Manuel Bribiesca cuando alegue inocencia, porque hay jueces para apoyar su derecho a la mentira: que no es socio de Miguel Khoury, que no tiene propiedades... Así lo dijo en el juicio que entabló contra Olga Wornat.

Nadie callará a Vicente Fox cuando vomite a sus adversarios, cuando acuse de difamación desde la tribuna pública pero lo haga a título personal.

Callar a esos mentirosos que disponen de todo el tiempo al aire de la televisión monopolizada es cosa de déspotas.

Las verdades de lo que ellos consideran públicos minoritarios no pueden difundirse tampoco, por razones técnicas y porque ellos son libres de difundir lo que quieran a través del espectro radioeléctrico administrado por el Estado para uso exclusivo del duopolio.

Esa es la razón de que López Dóriga no otorgue a sus criticados el derecho de réplica que marca la ahora obsoleta Ley Federal de Radio y Televisión, y no parece probable que lo haga bajo el cobijo de la siguiente norma.

Por supuesto, es deseable que la alianza Televisa-Presidencia-PAN-PRI no se calle. No debe callarse nadie. Ni siquiera el Instituto Mexicano de la Radio, Canal Once ni Canal 22, los cuales, con una falta de oportunidad patética, comprendieron que desde la inexistencia no podrán echarle más porras a Creel ni a Calderón.

Es ahora o nunca para la alianza mencionada, a fin de que el electorado mexicano y el mercado internacional perciban claramente su red de intereses, ya sin la formal distancia que aparentan. Y si la mayoría vota por ellos el 2 de julio, será, sin duda, un logro para la gobernabilidad, pues ya quisiera cualquier líder una masa acrítica del tamaño de la población que los apoye. De esa forma continuarían aprobando más leyes a su gusto durante otro sexenio.

Leyes como esa, abstracta, que invocan los abogados del sistema. Y como la “Ley Televisa”, excluyentes, basadas únicamente en los intereses existentes y diseñadas para perpetuarlos aun a costa del desarrollo de sectores que en otros países son los más dinámicos.

Ahí está la obra política –partidista y legislativa— de Diego Fernández de Cevallos y Fauzi Hamdan. También destaca la operación de Emilio Gamboa, quien al principio de este sexenio enfrentó acusaciones gubernamentales por haber cedido tiempo del Estado al Canal 5 de Televisa en una maniobra oscura y encubierta en la Secretaría de Gobernación, y quien hoy aparece en el tándem que consumó esa especie de fuero económico para Televisa y Televisión Azteca.

Muchos detalles habría que cuestionar de la operación de este PRI mediático que es Televisa, pero a partir de estas reformas los únicos que tendrán voz son ellos y los suyos: los que prefieren mantener a la televisión como la caja idiota de siempre y sus beneficiarios, los de las urnas mágicas y las boletas quemadas. Los que reconocen el derecho a expresar las convicciones, siempre que sea en voz baja, sin micrófonos, y que no se traduzcan en actos. Los que llenan de basura el espacio privado para mejor dominar los espacios públicos.


Una razón mas para votar por AMLO y la mayoría prredista al Congreso.

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